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Cueva de Coventosa, Cantabria. Inclusión en el inframundo.

Actualizado: 23 may

Solemos decir que para que aceptemos una invitación, tiene que ser lo suficientemente loca como para tomarla en serio. Eso ocurrió cuando la Fundación Espeleosocorro Cántabro, ESOCAN, nos propuso ingresar a una cueva con personas con discapacidad. Y no a una cueva adaptada, turística, como las que suelen visitar otros grupos, sino una cueva en un estado bastante asalvajado, la Cueva de Coventosa, en Arredondo, Cantabria.


No nos pudimos negar, así que lanzamos la invitación y rápidamente llenamos un pequeño bus con 20 personas, de todas las edades, 6 de ellas ciegas, 2 con algún tipo de discapacidad intelectual y una más con movilidad reducida. Además, personas de varias regiones de España como: Salamanca, Cantabria, Madrid, Euskadi, así como inmigrantes en Euskadi de Nicaragua, Guatemala, Paraguay, Rusia, Bolivia, Marruecos y Colombia.


Con las personas ciegas descartamos el uso de las barras direccionales, porque en el laberinto de estalactitas, estalagmitas y columnas iban ser de poca utilidad, por su largura y porque en estos espacios preferimos que las personas sientan el apoyo directo de otra persona. La silla de ruedas adaptada tampoco podría hacer todo el recorrido, pero lo intentaríamos, al menos hasta donde viéramos que fuera con total seguridad, ya que no sabíamos cómo iba a funcionar en esos terrenos tan agrestes, estrechos, húmedos y con tramos difíciles de maniobrar.


El acercamiento a la entrada de la cueva era estrecho en gran parte, había mucho barro, rocas y vegetación que por momentos cerraba el paso. La entrada a la cueva obligaba hacer una pequeña trepada en rocas, para la mayoría no representaba mayor problema, pero para la silla se necesitaron de la coordinación de seis personas para poder elevarla con la pasajera incluida. El esfuerzo valió la pena, una vez llegamos a la boca de la cueva todo fue un poco más sencillo. Fuimos avanzando por tramos muy inclinados, con sorprendentes y maravillosas formaciones, hasta que con la silla era imposible continuar. Y aunque el plan original era darnos la vuelta en ese punto, Tessa sugirió, que podía bajar de la silla e intentar trepar por un tramo de roca con mucha inclinación. De esa manera pudimos continuar hasta que llegamos a una sala subterránea de grandes dimensiones. Allí apagamos las luces, quedamos en total oscuridad y a continuación tuvimos una amena charla sobre geología e historia de la cueva en donde nos encontrábamos.


Las personas ciegas sintieron con el tacto las intrincadas formaciones de roca, la humedad y aprendieron a esquivar toda aquella amalgama de formaciones con multiples obstáculos de la mano de las personas voluntarias.


El regreso fue igual de impresionante. Cada parte de la cueva tenía características únicas, varias salas se conectaban por estrechos e inclinados pasos, y de pronto ya estábamos de vuelta en la boca de la cuevas, después de casi tres horas de intensas emociones, risas y buenas conversaciones en las que hemos aprendido mucho.


Aquí tienen un vídeo que resume la actividad.



Participaron en esta actividad personas voluntarias de ESOCAN y de IBILKI estuvieron: Karmelo, Julia, Nekane, Christian, Ruth, Maddi, Amparo, Tessa, Exidia, Fátima, Guadalupe, Jurdana, Laura, Bego, Maya, Oihan, Maddi, Ridouane, Joana, Sonia e Ibai.


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